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Aposté parte de mi vida
y la he maltratado,
la maltraté como la hélice al hielo
como al perro reventado en el camino
como el viento y el sol
a la colada de la tarde,
y me siento feliz
 por no sellar con mi firma
donde no entendía la respuesta


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Hilado a la intemperie del recuerdo
 que cae en la mañana
sin tocarme
espero en la sonrisa del Otoño
la luz de las hojas caídas.

No hay  deseo en esta espera
pues no es mía tu carne
y es tan joven
sólo  caes a mi lado en las mañanas 
y yo sereno,  sobre todas las tumbas
aprovecho tu tiempo descontado
Para darte las gracias
Y lamerme las heridas

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Aitana

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En la torcida curva
que traza un viaje
las manos rosadas
y el pecho aún frío
buscan tu amor
un otoño cualquiera
Los ojos felices de la constancia



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